El mito del Efecto Mozart

QuƩ tal bievenido,queria compartiles esta
información de este caso que hace tiempo
se dio y quƩ sin duda fue una gran estafa millonaria.
comencemos



El mito del Efecto Mozart
Todos los padres queremos que nuestros hijos tengan Ʃxito en la vida. Todos queremos que sean inteligentes y que destaquen positivamente entre la multitud.
De hecho, la inmensa mayorĆa de los padres piensan que su hijo es superior a la media de la clase, algo difĆcil de sostener.
Por otro lado, nos gustan las soluciones rÔpidas, cómodas y sencillas: si tenemos sobrepeso preferimos un aparato que nos dé pequeñas descargas mientras vemos la televisión o una pastilla milagrosa que queme las grasas como si fuera un soplete en vez de los métodos demostrados como comer menos y hacer mÔs ejercicio.
En vez de dedicar horas a estudiar gramÔtica y vocabulario para aprender un nuevo idioma, nos seduce mÔs la perspectiva de que nos pongan una grabación debajo de la almohada y aprendamos mientras dormimos.
El que estos sistemas «mĆ”gicos» no funcionen es un problema menor, siempre hay suficiente gente que extrapola un resultado cientĆfico fuera de contexto, que diseƱa un aparato o una tĆ©cnica de aspecto moderno y sofisticado y que lo vende como churros aprovechando nuestra credulidad, lo fĆ”cil que nos tragamos aquello que nos interesa creer.
En eso se basan todas las medicinas alternativas del mundo, en que a pesar de no haber ninguna evidencia demostrada, consigamos la solución a nuestros problemas pagando algo —un remedio homeopĆ”tico, unas velas, una mĆ”quina con lucecitas— por unos cuantos euros. Uno de estos trampolines mĆ”gicos, a la inteligencia en este caso, es el Efecto Mozart.
El primero que habló de la mĆŗsica de Mozart y sus efectos cerebrales fue Alfred A. Tomatis. Este otorrinolaringólogo merece su propio artĆculo por las tonterĆas que dijo pero entre ellas estaba que la mĆŗsica, y en concreto Mozart, era capaz de curar distintas disfunciones cerebrales.
El que su eficacia no se haya demostrado no impide que vendiera y vendan sus aparatos, los OĆdos electrónicos. Que algunos de sus vendedores-seguidores digan que ese cacharro cura cosas incurables como el autismo es, en mi opinión, de juzgado de guardia.
El Efecto Mozart tuvo un segundo paso importante con la publicación en 1993, en Nature, una de las revistas cientĆficas mĆ”s prestigiosas del mundo, de un artĆculo de tres investigadores de la Universidad de California, Irvine.
Los tres cientĆficos, Rauscher, Shaw y Ky publicaron que los estudiantes universitarios despuĆ©s de oĆr durante 10 minutos una sonata de Mozart (K448 para dos pianos) hacĆan mejor un test de razonamiento espacial —una prueba que requerĆa doblar y cortar papeles— que otros grupos de estudiantes que habĆan escuchado una cinta con instrucciones para relajarse o silencio.
Que se hiciera en estudiantes universitarios y no en niƱos o en bebĆ©s, no se menciona; que el artĆculo no afirme nada sobre aumento del cociente de inteligencia, tampoco importa; que fuera un test de razonamiento espacial y lo vendan como un incremento general de inteligencia, quĆ© mĆ”s da; que otros autores usando otros test no hayan sido capaces de replicar el experimento, problema de ellos y, sobre todo, que los supuestos resultados desapareciesen a los quince minutos, lo ocultan cuidadosamente.

Cientos de listos vieron las puertas de sus negocios abiertas y cientos de miles de padres se subieron al carro y en vez de leer cuentos a sus hijos, en vez de hablar con ellos y responder a sus preguntas, en vez de llevarlos a museos y al cine para cultivar su inteligencia, en vez de animales a jugar y desarrollar su creatividad, es mucho mƔs fƔcil comprar un CD donde aparece un padre y un niƱo en la portada, los dos sonriendo.

No es ninguna broma: en la década siguiente se vendieron dos millones de uno de estos CD con música de Mozart para niños.
Si Nature parecĆa una revista seria, el New York Times siguió su estela y un artĆculo del mĆŗsico Ale Ross decĆa que «los cientĆficos han determinado que escuchar a Mozart te hace mĆ”s inteligente», cosa que ningĆŗn cientĆfico habĆa dicho. Ross usó esta falsa conclusión suya para decir que Mozart habĆa destronado a Beethoven como el mejor compositor del mundo.
" Hace casi una dĆ©cada, Frances Rauscher y Gorson Shaw, una pareja de investigadores de la Universidad de Wisconsin (EE.UU.), se hicieron mundialmente famosos tras publicar un estudio en la revista Nature. En su trabajo, aseguraban que los estudiantes que escuchaban mĆŗsica de Mozart antes de un examen obtenĆan mejores resultados. La investigación se hizo muy popular, pero tambiĆ©n resultó muy polĆ©mica. Otros cientĆficos intentaron repetir el experimento y nunca se llegó a los mismos resultados. Los Ćŗltimos en insistir en el asunto son un grupo de psicólogos austrĆacos que hoy han hecho pĆŗblicas sus conclusiones. Y de nuevo, el enĆ©simo varapalo para el trabajo de Rauscher y Shaw: no, escuchar al genial mĆŗsico no te hace mĆ”s inteligente.
En otras palabras, no existe el efecto Mozart
En 2000, otro artĆculo publicado en el South China Morning Post, indicaba que «segĆŗn estudios realizados en Occidente, escuchar mĆŗsica de Mozart mientras estĆ” en el Ćŗtero, hace que el bebĆ© nazca mĆ”s inteligente que sus compaƱeros de generación». Otro artĆculo publicado en el Milwaukee Journal Sentinel escribĆa sobre «numerosos estudios sobre el Efecto Mozart y cómo ayuda a los estudiantes de la escuela primaria, a los del instituto e incluso a los niƱos de guarderĆa a mejorar su rendimiento mental».

El que no se hubiese hecho ningĆŗn estudio en estos grupos de edad —ni bebĆ©s, ni niƱos de guarderĆa, ni estudiantes de primaria ni de secundaria— no importaba, la bola seguĆa creciendo y seguĆan vendiendo CD. Y seguimos queriendo hacer superbebĆ©s sin que tengamos que dedicarles un minuto: la industria Baby Einstein mueve mĆ”s de 100 millones de euros al aƱo.
Aunque a algunos,no les duro mucho el gusto:
http://www.elconfidencial.com/economia/2009-10-25/disney-devolvera-el-dinero-de-los-videos-de-baby-einstein-por-no-ser-educativos_344219/
En 1997, Don Campbell escribió un libro titulado El Efecto Mozart: pinchando el poder de la mĆŗsica para sanar el cuerpo, fortalecer la mente y desbloquear el espĆritu creativo. Por si Ć©l tĆtulo no basta para hacerle temblar, en Ć©l este mĆŗsico decĆa que escuchar a Mozart, en particular los conciertos de piano, podĆa incrementar temporalmente el cociente de inteligencia y producir muchos otros beneficios en la función mental.
Campbell escribió que Mozart mejoraba el «descanso profundo y el rejuvenecimiento», la «inteligencia y aprendizaje» y la «creatividad y la imaginación» y tambiĆ©n reducĆa el estrĆ©s, la depresión y la ansiedad. ¿QuiĆ©n se puede resistir a una panacea de ese tipo? Un ejemplo de los que no se resistieron fue el entrenador de los New York Jets, un equipo de fĆŗtbol americano, que ordenó que los altavoces emitieran mĆŗsica de Mozart durante los entrenamientos, algo que quizĆ” sugiere que pensaba que sus deportistas tenĆan un problema de inteligencia o creatividad. A estas alturas usted ya se habrĆ” dado cuenta que esto era un despropósito cómico pero da igual, Campbell se hizo millonario vendiendo libros y discos y cuando numerosos estudios intentaron ver estos efectos y no encontraron nada, no pasó nada, a Campbell y a los demĆ”s artistas nadie les pidió que devolvieran el dinero. Desgraciadamente, suele ser asĆ.
El Efecto Mozart se siguió estudiando con resultados contradictorios incluso en animales de experimentación. El mismo Rauscher, junto con otros investigadores, realizó experimentos en ratas que fueron expuestas tanto en el desarrollo prenatal como en los primeros dos meses postnatales a la sonata K448 de Mozart, a la música del compositor minimalista Philip Glass, a ruido blanco y a silencio y luego los cuatro grupos tuvieron que moverse en un laberinto.
SegĆŗn los investigadores el grupo de Mozart lo hizo mĆ”s rĆ”pido y con menos errores. Otro equipo acadĆ©mico estudió los efectos de la mĆŗsica de Mozart —la misma K448, por cierto— sobre la neurogĆ©nesis del hipocampo, la formación de nuevas neuronas en el cerebro adulto. En comparación con el ruido normal del animalario, las ratas que oyeron a Mozart generaron mĆ”s neuronas pero eso tambiĆ©n sucedĆa cuando se les exponĆa a las llamadas de las crĆas y al silencio, pero no con ruido blanco.
Incluso en el paĆs con mĆ”s premios Nobel del mundo en ciencia pasan estas cosas. Zell Miller, gobernador de Georgia, incluyó un apartado presupuestario (105.000 dólares) para regalar a todos los niƱos nacidos en el estado un CD de mĆŗsica clĆ”sica. Miller les puso a los legisladores en un magnetófono el Himno a la AlegrĆa de Beethoven y les preguntó. «Ahora, ¿no os sentĆs mĆ”s inteligentes ya?». Parece que Miller creĆa que Ć©l sĆ lo era.
El gobernador de Tennessee Don Sundquist siguió la estela de su colega y sacó adelante un proyecto similar y la asamblea legislativa de Florida aprobó una ley requiriendo financiación pĆŗblica para que todas las guarderĆas pusieran mĆŗsica clĆ”sica a los niƱos.
CientĆficamente era una estupidez, polĆticamente era un acierto: los padres pensarĆan que los polĆticos ayudaban a que sus hijos fueran mĆ”s inteligentes, creerĆan erróneamente que no les costaba a ellos dinero, el riesgo era cero —a nadie le pasa nada malo por escuchar mĆŗsica clĆ”sica— y el gasto, una minucia para un estado.

Cuando diferentes investigaciones encontraron que el Efecto Mozart no generaba ningĆŗn efecto sobre la inteligencia, estos polĆticos no quisieron perder el juguete. El mismo gobernador Zell Miller animó a los defensores de esta teorĆa a «no ser confundidos ni a desanimarse por culpa de unos acadĆ©micos que criticaban a otros acadĆ©micos». Evidentemente, este seƱor no sabe que asĆ es como avanza la ciencia: debatiendo, comprobando y rechazando o ratificando resultados previos.
Estudios posteriores han explicado un poco mĆ”s lo que puede ser y no ser el Efecto Mozart. Mucha de la mĆŗsica de Mozart tiene un componente positivo, transmite alegrĆa, Ć”nimo. Thompson et al. (2001) pusieron a unos voluntarios una de estas piezas que podrĆamos llamar «euforizantes», una sonata mozartiana frente a otra que segĆŗn ellos era triste y lenta (el adagio de Albinoni, que a mĆ me parece preciosa).
La conclusión del estudio fue que los dos tipos de mĆŗsica producĆan efectos diferentes en el Ć”nimo, el estado de alerta, y la alegrĆa de los participantes por lo que concluyeron que «estos resultados proporcionan una evidencia convincente de que el efecto Mozart es un artefacto del estado de alerta y el Ć”nimo».
Otro estudio demostró que los efectos sobre las pruebas espaciales publicados en Nature se conseguĆan igualmente si en vez de poner un trozo de una composición de Mozart se leĆa un trozo de un texto de terror de Stephen King o se tomaba una limonada. ¿QuĆ© quieren que les diga? Prefiero a Mozart o la limonada pero una fotocopia es mucho mĆ”s barata que un CD de mĆŗsica clĆ”sica. Recuerde, la ciencia es cultura.

¿Y cómo conseguir que nuestro bebĆ© sea mĆ”s inteligente?
La Academia Americana de PediatrĆa lo deja muy claro:
hablarle,
pasear con Ʃl,
cantar a su lado
tocarle
abrazarle

imitarle

y leerle cuentos.

Apenas cuesta dinero y recuerde que a Wolfgang Amadeus nadie le puso un CD.
Y sobre todo investigue siempre antes de comprar algo que le prometa este tipo de cosas
Eso fue todo,gracias por pasar

Hasta la proxima
Si te gusto mi post,compartelo por favor
No hay comentarios.:
Publicar un comentario